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Degradación

Factores de degradación de suelos.

 

 

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) entiende por degradación del suelo la pérdida parcial o total de la productividad del mismo, cuantitativa o cualitativamente, o en ambas formas, como consecuencia de procesos tales como la erosión hídrica o eólica, la salinización, el anegamiento, el agotamiento de los nutrientes, el deterioro de la estructura, la desertificación y la contaminación.

 

La degradación de los suelos repercute directamente en la agricultura, al disminuir los rendimientos de los cultivos y los recursos hídricos, pero también se ven gravemente afectados otros sectores de la economía y el medio ambiente en su conjunto, entre ellos la industria y el comercio, debido a factores como las inundaciones, o la acumulación de sedimentos en los ríos, las presas y los puertos. Según el informe de la FAO publicado el 7 de Julio de 2008, elaborado para el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) e Información Mundial del suelo (ISRIC), la degradación del suelo está aumentando en severidad y extensión en muchas partes del mundo, con más del 20 por ciento de las tierras agrícolas afectadas, el 30 por ciento de los bosques y el 10 por ciento de los pastizales.

 

La degradación del suelo tiene también importantes implicaciones para la mitigación y la adaptación al cambio climático, ya que la pérdida de biomasa y de materia orgánica incrementa el carbono atmosférico además de afectar a la capacidad del suelo para mantener el agua y los nutrientes.

Por otra parte, la Desertificación es definida por La Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), como la degradación de las tierras áridas, semiáridas y zonas subhúmedas secas debido principalmente a las actividades humanas y a variaciones climáticas. Según la CLD, las zonas susceptibles de sufrir desertificación son las áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, es decir, aquellas zonas en las que la proporción entre la precipitación anual y la evapotranspiración potencial está comprendida entre 0,05 y 0,65. En el otro extremo se encontrarían las zonas húmedas y subhúmedas, en las que se considera que no existe riesgo de desertificación.


Según el banco público de indicadores ambientales del Ministerio de Medio Ambiente, en España habría un 32,86% del territorio sin riesgo de desertificación, porcentaje de territorio en el que se encontraría el Principado de Asturias.

 

Sin embargo, a pesar de no encontrarnos en un área con características climáticas propias de zonas con riesgo de desertificación, en algunas partes de nuestra región el proceso de agotamiento y pérdida irrecuperable de la cubierta edáfica es un hecho y esta desencadenado por la recurrencia de incendios forestales. El resultado final de una larga historia de fuegos es el desarrollo de paisajes erosivos en los que el suelo se degrada hasta desaparecer y las laderas de vuelven secas y pedregosas desencadenando así un proceso de Desertificación atípico bajo unas condiciones climáticas templado-húmedas .

 

Otro de los problemas ambientales que afecta a la cubierta edáfica de nuestra región es el riesgo de contaminación debido, en su mayor parte, a que el Principado de Asturias tiene un pasado ligado a actividades mineras e industriales, principalmente minería de mercurio. El último cálculo es que existen 268.700 metros cuadrados afectados, lo que representa casi el 3% de la superficie del Principado.

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