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Unidades ambientales de Asturias

Valles y Sierras Prelitorales.

Los valles y sierras prelitorales de Asturias albergan la mayor parte de la población y de la actividad económica, por lo que constituyen la parte del territorio que manifiesta una mayor humanización del paisaje. Sin embargo, la presencia de fuertes relieves hace que existan numerosas áreas que aún conservan en gran medida sus características naturales originales.

 

A las altas sierras calcáreas del oriente y a los profundos valles del occidente se aferran todavía poblados bosques que constituyen en ocasiones ejemplos muy notables de lo que debió ser la cubierta vegetal de la mayor parte de la región. Donde el paisaje ha sufrido un grado más intenso de modificación persisten setos, pequeños bosquetes y riberas que contribuyen a crear un paisaje más hermoso y diverso.

 

La práctica totalidad de las áreas bajas de Asturias forman parte de lo que se ha denominado la subprovincia cantabroatlántica, un amplio área que se extiende por la fachada atlántica de Europa, desde la ría de Aveiro a la Bretaña francesa, incluyendo gran parte del norte de Portugal, Galicia, las áreas bajas del litoral cantábrico y la totalidad de la mitad occidental de Francia.

 

Ese territorio se caracteriza por un clima netamente oceánico, es decir, de suaves temperaturas y abundante pluviosidad, sin que en ningún momento del año lleguen a producirse periodos de aridez. La bondad climática es debida sin duda a la inercia térmica de la gran masa oceánica, pero a diferencia de otros territorios atlánticos más norteños, en el área descrita se deja sentir netamente la influencia de las corrientes cálidas procedentes del Golfo de México, que contribuyen aún más a suavizar el régimen térmico. Por ello, los bosques atlánticos de Asturias acogen en su seno un conjunto de elementos florísticos termófilos que están ausentes de sus homólogos situados más al norte.

 

La distribución y características de la cubierta vegetal aparecen muy condicionadas por la naturaleza litológica del sustrato. Así, mientras los sustratos calizos dan lugar a suelos ricos en bases, fértiles y neutros, los sustratos silíceos, pizarras, areniscas o cuarcitas, dan lugar a suelos pobres en bases, ácidos y de menor fertilidad.

 

Por ello, los especialistas han considerado que la provincia cantabroatlántica puede ser dividida en dos sectores de acuerdo a la naturaleza litológica de los sustratos dominantes: un sector occidental, que se ha denominado galaico-asturiano septentrional, de litologías casi exclusivamente silíceas y un sector oriental, que se ha denominado ovetense, en el que conviven sustratos silíceos y calcáreos aunque con neta predominancia de los segundos.

 

El paisaje de Occidente.

El rasgo principal en el paisaje del occidente asturiano es un relieve abrupto, dominado por una serie de sucesivas sierras y valles que adoptan un rumbo casi perpendicular al mar y sólo ligeramente inclinado hacia el este. La litología es predominantemente silícea, destacando los altos relieves cuarcíticos que conforman los cordales, y valles profundos, muy encajados, que se abren en las litologías más erosionables, pizarras y areniscas principalmente.

Es general la presencia en el área culminante de los cordales, de amplias zonas llanas o de pendientes muy suaves, que corresponden a paleorrelieves apenas retocados por los procesos erosivos. Ello condiciona un modelo de poblamiento diferente al de otras zonas de Asturias, y de ciertas similitudes con el de las áreas gallegas de la Terra Chá.

Aldeas y tierras de cultivo se trasladan a las áreas cimeras y renuncian a ocupar fondos de valle inhabitables por su fuerte relieve. Sólo en el encuentro con la rasa costera, los valles se abren y permiten que el poblamiento descienda a la ribera fluvial.

De oeste a este el simple análisis de la topografía permite reconocer los elevados resaltes de la Sierra de la Bobia, la de Valledor prolongada en Carondio, la de Tineo y el Cordal de Porcabezas y sus estribaciones terminales de Sollera y Bufarán. Cada uno de esos interfluvios delimita una de las principales cuencas en que se organiza la red hidrográfica del occidente asturiano. Así, al este de la Bobia se organiza la cuenca del Eo. Entre ésta y la Sierra de Carondio se abre la cuenca del Navia. La del Esva se delimita al oeste por Carondio y al este por la Sierra de Tineo. Y, por fin, entre éste y el Cordal de Porcabezas se encaja la gran cuenca del Narcea.

En la cubierta vegetal del occidente debieron predominar los distintos bosques oligótrofos comunes en la región, principalmente carbayedas de Quercus robur, rebollares de Quercus pyrenaica y en las riberas alisedas. Todos ellos se conservan en mayor o menor grado, sin embargo, el uso del territorio ha propiciado la sustitución en muchas áreas. Se conservan amplias superficies de bosques en las comarcas de Grandas de Salime y Los Oscos, en la Cuenca del Esva y en la Sierra de la Sobia, aunque en muchos casos se trate de fases juveniles del bosque en las que la especie dominante es el abedul (Betula pubescens subsp. celtiberica).

En el resto del territorio los bosques suelen restringirse a los valles más encajados y las vallejas menos adecuadas al cultivo, y gran parte de las sierras aparecen ocupadas por matorrales de brezo y piorno, cultivos agrarios y plantaciones forestales de pino y eucalipto.

Entre las singularidades botánicas del área debe destacarse la penetración a través de la cuenca del Navia de especies de ámbito mediterráneo como el alcornoque (Quercus suber) o la bardaguera blanca (Salix salvifolia).

 

El Paisaje de Oriente.

Hacia el oriente el paisaje vuelve a aparecer dominado por fuertes relieves, esta vez de alineación paralela al mar y naturaleza predominantemente calcárea. Las altas sierras de el Cuera, el Sueve y su prolongación hacia occidente, a través de las Peñas de los Cuatro Jueces, constituyen crestones calizos de suelos someros, un marcado modelado kárstico y poco aptos para el poblamiento, desplazando la práctica totalidad de éste hacia las partes bajas.

Hacia el norte, las sierras litorales se encuentran sin solución de continuidad con las plataformas escalonadas que constituyen las rasas costeras cuarcíticas. Hacia el sur, un amplio surco deprimido, que no es otra cosa que la prolongación de la depresión mesozoica central, marca el comienzo de las estribaciones montañosas de la Cordillera Cantábrica.

Dicho surco prelitoral ha constituido históricamente un eje de comunicación principal entre el ala oriental y el centro de la región, concentrando una parte sustancial de la población. Por él discurren paralelos al mar los cauces del Piloña, el Güeña y el Cares, que sólo logran romper el resalte de las sierras litorales en el encuentro de las sierras del Sueve y el Cuera, por donde el Sella consigue desaguar al mar, y en el extremo oriental del Cuera, ya en el límite con Cantabria, por donde desagua el Deva. 

En la cubierta vegetal del oriente debieron predominar los diferentes tipos de bosque oligótrofos y eútrofos comunes en la región. Las carbayedas eútrofas, con abundante presencia de carbayo (Quercus robur), arce (Acer pseudoplatanus) y fresno (Fraxinus excelsior) debieron ocupar la mayor parte de los terrenos de litologías calcáreas, sustituidas en las sierras planas cuarcíticas por carbayedas oligótrofas en las que el abedul (Betula pubescens subsp. celtiberica) se configura como el principal acompañante del carbayo. Las riberas fluviales, al igual que en el resto de la región debieron estar pobladas de alisedas.

Gran parte de los bosques han desaparecido, pues carbayedas eútrofas y alisedas tienden a ocupar suelos de alta fertilidad reclamados para el uso agrario. En otros casos han sido los incendios, el pastoreo o las plantaciones forestales los elementos determinantes de la regresión. Así, gran parte de las sierras planas cuarcíticas aparecen ocupadas por diferentes matorrales de brezo o plantaciones de eucalipto. En cambio, los roquedos calizos del karst costero y las sierras litorales se pueblan de matorrales de aulaga. Entre las singularidades más relevantes del área destaca la abundante presencia de encina (Quercus ilex) en los cuetos calizos más soleados.

 

Fauna

La degradación de los hábitats naturales en los valles y sierras de Asturias ha supuesto la reducción de su capacidad de acogida para la fauna, provocando la desaparición de algunas especies que se han visto forzadas a trasladar su área de distribución a las zonas más montañosas de la Cordillera Cantábrica.

Sin embargo, perviven nutridas poblaciones de especies cinegéticas como el corzo (Capreolus capreolus) o el jabalí (Sus scofra) y, en las montañas del Sueve, gamo (Dama dama). Tampoco son raras algunas de las rapaces diurnas legalmente protegidas, especialmente el azor (Accipiter gentilis) o el halcón peregrino (Falco peregrinus).


Entre las especies calificadas en el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de Asturias como singulares debe citarse al lobo (Canis lupus), al búho real (Bubo bubo) o al pico menor (Dendrocopos minor). 

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